Una provocativa y conocida maldición china reza así: ¡Que vivas en una época muy interesante!. Nosotros que estamos surfeando en una de ellas, estamos en condiciones de comprender la ironía de esas sabias palabras. El espacio conceptual desde el que todos venimos y que nos formó, se correspondía con una lógica geométrica euclideana, que se soñaba como única y soberana. La realidad parametrizada en leyes inmutables. Las coordenadas cartesianas de esa realidad ofrecían una grilla tranquilizadora, y la ciencia, en tanto dogma dominante, nos presentaba un universo mecánico, manipulable y predecible, aunque se antojaba un mundo domesticado y desencantado.
A lo largo de muchas generaciones, fuimos acostumbrándonos a pensar, sintética y esquemáticamente, en términos de un mundo de cosas separadas, dispuestas en un espacio independiente. Así, dimos por sentado que estas cosas independientes “se causan” entre sí, “se influyen” recíprocamente a medida que “